Quería haber escrito este post el día 8 pero no me dio tiempo. Así que aunque tarde, publico mi reconocimiento y agradecimiento a todas las mujeres de mi vida.
He oído ya en varios lugares que el salto de consciencia que toca en la Humanidad (¿el que ya estamos dando? a veces cuesta creerlo) es femenino. Quería compartir mi visión, en parte escuchada y en parte intuitiva -ya que estamos hablando de lo femenino :-)-, sobre esto.
En primer lugar, aclaro que cuando hablo de femenino y masculino no me refiero estrictamente a mujer y hombre. Me refiero a todo ese conjunto de características, comportamiento, dirección, que conforman lo «femenino» y lo «masculino», fuerzas opuestas, complementarias, que existen desde siempre y conforman el Universo. En cada uno de nosotros, hombre o mujer, hay una mezcla de masculino y femenino, que cada uno configura según su naturaleza, momento vital y deseo. Habitualmente hay mucho de masculino en un hombre y mucho de femenino en una mujer, pero un hermoso descubrimiento de nuestra época es la apertura al otro polo.
Creo que debemos agradecer al feminismo el salto cualitativo que significó que la mujer se abriera al polo masculino, demandando y exigiendo reconocimiento y oportunidades que, injustamente, les estaban reservadas a los hombres. Gracias a todas esas personas batalladoras hoy nuestra sociedad viene siendo más justa e igualitaria.
Creo también que muchas mujeres han pagado el alto precio de confundir el tiro «por exceso». Abrazando lo masculino, han renunciado a aspectos esenciales de lo femenino, y los han rechazado identificándolos como parte de la opresión sufrida. Creo que hay un resentimiento ancestral en muchas mujeres, en todas las mujeres, heredado energéticamente de siglos y siglos de ser hechas de menos, de ser maltratadas, no respetadas, no valoradas, marginadas, ignoradas. Ha sido tanto y tan grande (y áun lo sigue siendo hoy en muchos lugares y momentos), que me atrevo a afirmar que la mujer está resentida con el hombre, y con razón.
Creo que todos somos testigos y afectados de esto. Estamos penando y sufriendo las consecuencias de una sociedad construida de forma polarizada, desequilibrada, desde lo masculino. El culto absoluto de la mente y del interés, el poder y el dinero.
Creo que el «salto» cualitativo que la humanidad debe dar está liderado por lo femenino, implica al corazón, y necesita dos cosas.
La primera imprescindible es el perdón de la mujer. Conozco a muchas mujeres que, cada una en su esfera y contexto, hoy se están comportando acogiendo el poder, de un modo masculino, resentido, vengativo. Lo entiendo y es natural como pura reacción. Sin embargo, creo que no es bueno, ni para ellas ni para nadie. Es la conquista del poder masculino, que ya hemos visto a donde nos ha llevado. No es el auténtico poder de lo femenino, que emana del corazón. Que es amoroso, acogedor, cálido, alegre.
Para que la que la mujer pueda recuperar el poder del corazón y pueda liderar al mundo, necesita primero perdonar al hombre. Perdón en el buen sentido, no desde la superioridad, sino desde la aceptación. No para pasar facturas, sino para pasar página. No para mantener una situación desequilibrada, sino para poder construir una situación nueva, limpia y sana.
La segunda cosa que creo necesaria es la humildad del hombre. Tras siglos liderando desde lo masculino, es ahora difícil acoger el nuevo papel del hombre que integre al corazón, que acoja la sensibilidad, que se abra a su intuición. El hombre debe abrirse a su parte femenina no para perder el liderazgo, sino para retomarlo desde ahí. Un liderazgo conjunto, integrador, compartido, no excluyente.
La sabiduría (un valor tan poco de moda hoy, y tan erróneamente sustituido por el simple conocimiento) requiere integración, requiere acoger todo. Las personas mayores son sabias no por mayores, sino por la capacidad de integrar todas las experiencias y matices de su vida. Desde la perspectiva que da ver el todo, se puede observar cada caso y tomar decisiones correctas. Cuanto más amplia sea nuestra visión, más y mejor podremos avanzar.
Lo femenino debe subir el poder al corazón, y debe tomar de la mano a lo masculino para invitarle a subir. La mujer debe perdonar y el hombre debe dejarse guiar con humildad. Y en la subida de ese peldaño, hay un mundo mejor, más justo y más hermoso para todos. En él, recuperamos la belleza, el deleite y la alegría.
Y ese mundo no es otro, es este. Y lo estamos construyendo hoy.
Invitémosnos amorosamente a abrir los ojos y observar desde el corazón. Con presencia.
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