El éxtasis del vacío

Tráeme de nuevo al momento actual,
al sentir del ahora, a estar aquí.
Guíame por tu piel.
Abre todos tus poros a mi lento tocar,
muéstrame tu deleite
y déjame contagiar.

Es tan grande el placer,
y tan simple, del solo sentir,
observar cómo el vello
se eriza al pasar.
Saborear esa mezcla
de jugos y sustancias
dulces y saladas
que impregnan tu piel.

Del aroma sutil de tu transpirar
y de las partículas invisibles
que impregnan el ambiente;
te olfateo, como un animal.
Escuchar tus suspiros,
y cómo se convierten en jadeos,
en susurros, en gritos o en gemidos.
Oyéndolos con presencia me explico
la delicada línea que separa el placer
del dolor. A veces por igual.

Y la eterna autopista de tu cuerpo
que embelesa mis dedos.
¿Hay curvas más prolongadas?
¿Rutas más sinuosas?
¿Pendientes más holgadas,
y rectas tan sedosas?
Y paso cada vez por un sendero nuevo,
conformando un gozoso caminar.

Qué abundancia sensitiva,
qué mezcla generosa de belleza y plenitud.
En este microscopio
por el que observo los detalles de tu alma
convertidos en física de tu cuerpo,
todo es perfecto.

La infinita alegría de la vida,
el eterno misterio del amor.
La ecuación misteriosa que nos trajo aquí.
Y sé que en mi naturaleza única
está todo lo que necesito;
pero agradezco que me regales este momento
para saborear la totalidad,
la unión del uno con el todo.

En la fusión de vibraciones de tu piel
se encuentra la energía de la creación;
y en el mismo lugar en que habita
la sensualidad física más completa,
está el éxtasis del vacío.

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