Por encima de todas las miserias entre las que últimamente nuestro miedo está elegiendo vivir, hay una que me parece esencial y creo que no se nombra lo suficiente: la dejación de responsabilidad que se transmite de forma implícita en muchas de las actuaciones públicas de las que venimos siendo testigos.
Para muestra un botón. Aunque gordo. El caso Bankia. Tengo sensaciones contrapuestas con Rosa Díez, pero al menos en esto parecen ser los únicos que tienen un poco de criterio social. Me asombra que queramos tanto a Urdangarín entre rejas y que de esta impactante y gigantesca estafa (al menos mala gestión y manipulación de información, y espera a que se sepan más cosas) vayan a salir unos cuantos vivos y coleando.
[Yo llegaría hasta Zapatero y sus ilustrados asesores que fueron capaces de etiquetar al sistema bancario español «el más sólido del mundo«, hace menos de cuatro años. ¿Cómo podemos tolerar semejante engaño?]
Con estas cosas siempre me hago de cruces. Si alguien causara un problema cien veces menor en una empresa privada, primero estaría despedido de forma fulminante, después probablemente denunciado y con peligro de cárcel. Pero parece que en las entidades grandes y en las públicas y pseudopúblicas un gestor puede campar a sus anchas y si se deja un agujero, que apechugue el siguiente (y que paguen los contribuyentes).
Total, y a lo que iba. En lugar de ser conniventes y pasivos con esta lacra, creo que es urgente tomar la corresponsabilidad como herramienta esencial de vida. Y esto es tarea de todos. Tanto en denunciar y no tolerar abusos, como en asumir cada uno adulta y responsablemente su parte de mérito y de culpa. No sé qué ha pasado en esta sociedad que nos hemos hecho niños. Ya va siendo hora de recuperar la adultez. Y para darnos cuenta quizás sea bueno refrescar lo que esto significa:
«La edad adulta supone la presunción legal de que existe capacidad plena en el individuo para decidir y actuar en consecuencia. Por lo tanto, supone el incremento de sus posibilidades de actuación (…). También implica una serie de responsabilidades jurídicas sobre los mismos. El único responsable de sus actos es la propia persona y debe responder por ellos ante la justicia.»
Marcelo Bielsa se pasa en algo en lo que Rodrigo Rato se queda corto. No se trata de crucificarse… simplemente de «apechugar».
Todos somos corresponsables de lo que está ocurriendo. En nuestras manos está asumir la responsabilidad de construir una sociedad mucho mejor que la que hemos heredado. Y en esto no valen medias tintas… todos a una.