Todo pasa y todo queda…
Unas personas se van,
con tanto dolor.
Tanta pena da romper
la ilusión de control,
la falsa seguridad
de que a alguien «tengo»,
la posesión de un corazón
que es mío.
Y no lo es.
Nadie es de nadie.
Con dolor se vive,
desde el dolor se rompe
esa falsa creencia.
Otras personas cambian,
pasan de una etiqueta a otra:
amigos, compañeros, amantes,
colegas, conocidos, relaciones…
Tan pocos adjetivos para expresar
tantos matices, tantos tránsitos
en el fluir de los momentos.
Otras personas llegan,
nos enseñan nuevas luces,
nos ilusionan, a veces con engaño,
a veces con autenticidad.
Otras personas permanecen.
Estables cual árbol
con firmes raíces.
Mas hasta el árbol más grande
y más antiguo, nació un día y morirá otro.
Del viaje que es la vida,
solo quedarán los momentos,
las personas, los detalles,
las experiencias, los sentimientos.
Y hasta eso solo son chispas
impregnadas en nuestra materia humana.
Yo elijo agradecer a todos los que estuvisteis,
a los que estáis.
Abrirme con entusiasmo a los que estaréis.
Acoger todo el dolor
y sentir todo el placer.
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Gracias a tantos caminantes que habéis compartido tanto.
Hay tanta belleza
en lo que hemos compartido,
en cómo hemos conectado.
Por el daño que os hice…
Perdón. Lo siento. Nunca fue buscado.
En ciencia lo llaman… error experimental.
Y ese daño… siempre tiene una experiencia
de la que aprender algo. Quizás mucho.
Si muriera ahora… qué gran éxito de vida.
Por mí, y por todos vosotros, vosotras.
Así que lo que quede… sea cuanto sea,
haré lo posible porque sea bonito
y merezca la alegría.
Qué gozoso es verse
corazón a corazón.
Desde la tranquila paz
de los años ya vividos
y la serenidad de ir descubriendo
lo que de verdad importa.
Compartir lo que somos.
Ser fieles a lo que es, a lo que hay.
Encontrar la luz, la tierra,
el agua y el fuego
que forman la esencia
de lo que está,
de lo que soy,
de lo que somos.
Somos la energía
y la materia…
de las estrellas.