Joan Garriga:
«El logro en el camino de la vida, probablemente sea la apertura a todas sus dimensiones. Y la vida tiene risas y lágrimas, tiene vida y muerte, amor y dolor.
Cuando unos padres se abren a la vida de un hijo, se abren a su destino, a sus maravillas pero también a que puede enfermar o incluso morir. Cuando nos abrimos al amor de una pareja es maravilloso también, pero nos hacemos candidatos al dolor y a la pérdida.
En esto hay que elegir. O vivimos y nos puede doler, o no vivimos y nos protegemos de la vida. Tal vez hacemos elecciones de vida empobrecidas y sin riesgo con las cuales el corazón pueda sufrir menos y quedar a resguardo, pero el precio entones es justamente éste, que la vida se nos pone deslucida, y vivimos mucho menos. Es como si dejáramos de mirar a una rosa porque al cabo de un rato no la miraremos y sufriremos por haberla mirado.
La vida es movimiento, y tiene todos los colores, todas las atmósferas, todos los ritmos, todos los ciclos y sin ninguna duda el reto para la mayoría es ser más amorosos cada día con lo que nos trae a cada momento. Esto significa también abrirse a la dimensión dolorosa de la vida. Sin la aceptación real y cruda del dolor, no hay una verdadera apertura al amor tampoco.»
Y añado yo… y protegerse, anestesiarse, al fin y al cabo, al final tampoco te va a evitar el dolor de la muerte, el dolor de la vacuidad, la frustración del sinsentido. Así que… ¿para qué protegerme de la vida, si en su lugar puedo abrirme a ella?
Quizás nuestra única y auténtica elección sea en qué punto de la escala vivimos la vida, en el cero de vivir cerrados con racanería existencial, o en el diez de vivir abiertos con plenitud y generosidad.