A mis amigas y amigos catalanes

Este pasado viernes hemos celebrado 6 años desde el fin de la violencia en Euskadi, desde aquél gran día de 2011.

Tengo la suerte de formar parte de un bonito proyecto de memoria histórica en mi casa, así que también estos días estoy refrescando recuerdos y contrastando vivencias y emociones de personas que vivieron, mucho más duramente que yo, las décadas de violencia sin sentido, los años sin libertad, las calles de sangre.

Y desde tantas emociones, dolores y vivencias, es desde donde hoy me apetece hablar con todos los muchos conocidos y amigos que tengo en Catalunya.

Amigo, amiga, por raro que te parezca oír esto. Vuestra primera misión, vuestra primera tarea, vuestro primer trabajo no es con Madrid o contra Madrid, con España o contra España. Vuestro primer deber y la principal fuente de peligro y de dolor está ahí mismo, dentro, entre vosotros catalanes. Siempre es dura la batalla por la libertad de un pueblo (sea cual sea cómo entiende eso cada uno). Pero cuánto más dura es si el pueblo no existe como un pensamiento único, si hay división, si hay tanta diversidad de opiniones. Y esta es la realidad catalana, como lo es vasca.

El otro día comentaba que independientemente del PP, de la Constitución, y del 155, cuánto de distinta sería la cuestión catalana si el 1-O hubieran votado que sí 4 o 4,5 millones de personas. Es un error olvidar o ignorar que hay un gran porcentaje de catalanes que no quieren la vía independentista. Es un error ignorar que hay un gran porcentaje de catalanes que querían el 155.

Para negociar con fuerza, para que los pasos tengan sentido, para que el camino sea compartido e histórico, ese «mandato del pueblo» que tanto menciona Puigdemont tiene que ser mayoritario, no pírrico, no con jugarretas, no con trucos. Y si la realidad nos demuestra que no hay suficiente mayoría, nuestro deber es encontrar el planteamiento en el cual la haya. Que quizás sea la independencia, o no. Que quizás sea la República, o no. Pero no podemos imponer unos ideales, por justos que sean o parezcan. Desde mi humilde opinión, el mandato del pueblo catalán hoy sí es el derecho a decidir (hay mayoría amplia). Pero no es la proclamación de la independencia (hay mucha división, y muchas dudas, y muchas verdades contadas a medias, por no decir engaños).

La primera democracia siempre empieza por uno mismo. Lo que pedimos en una escala, no debemos ignorarlo en otra. El primer y principal obstáculo de Catalunya hoy no es el PP ni la Constitución. Es encontrar el mejor camino para Catalunya desde los propios catalanes y desde el realismo, no desde la utopía (el cambio nunca tiene coste cero). Aquél camino que consiga mayor apoyo, encuentro y acuerdo. Y eso solo lo podéis construir vosotros y vosotras, desde dentro.

Porque un colectivo que de verdad se sabe unido, tiene muy pocos límites.

Porque ese colectivo sin acuerdos auténticos debilita su fuerza y sus razones.

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