Vivía atareado de sitio a sitio mirando al mundo, a las personas y a mí mismo sin ver más allá de las necesidades, los problemas y las gestiones diarias.
Y un bendito día, Dios (la Vida/el Universo/la Providencia/la Fortuna) me regaló el don de la contemplación. Y me deleité al contemplar la belleza en el mundo, la belleza en los demás, mi propia belleza. Y me sentí feliz, reconocido y agradecido.
Y aunque a veces me olvido, hago por recordarlo y volver a encontrar momentos para contemplar.
Creía ser especial con mi don de la contemplación, y descubrí que otros también podían hacerlo, a menudo mejor, y era fastidioso ya no ser tan especial.
Y un bendito día, Dios (la Vida/el Universo/la Providencia/la Fortuna) me regaló el don de la humildad. Y disfruté conociendo y aceptando mis límites y mis potenciales. Y me sentí feliz, reconocido y agradecido.
Y aunque a veces me olvido, me esfuerzo en seguir siendo humilde y saber que no soy más que otros, aún cuando consigo mis pequeños éxitos y minutos de gloria.
Con la humildad de no ser más, a menudo miraba y admiraba a otras personas que brillan, que hacen, que valen. Y era triste sentir tanto a lo que yo no llegaba.
Y un bendito día, Dios (la Vida/el Universo/la Providencia/la Fortuna) me regaló el don de compartir. Y me alegré de tener a tantas personas valiosas con quienes construir mejores presentes. Y me sentí feliz, reconocido y agradecido.
Y aunque a veces me olvido, me esfuerzo en seguir encontrando momentos con mis compañeras y compañeros, amigos y amigas.
Con tanta belleza, aceptación y compañía, me acomodé en un sillón y me puse a descansar y a pasar los canales de mi tele, y comprar y consumir los productos de sus anuncios.
Y un bendito día, Dios (la Vida/el Universo/la Providencia/la Fortuna) me regaló el don de la responsabilidad. Y me ocupé de hacer algo bueno con cada uno de mis dones, acoger y aprender de cada uno de mis errores, intentar dejar el mundo un poquito mejor que como lo encontré al llegar. Y me sentí feliz, reconocido y agradecido.
Y aunque a veces me olvido, me esfuerzo en seguir invirtiendo mis recursos y mis horas en personas, actividades y proyectos que merecen la pena.
Tras muchos intentos y esfuerzos por mejorar a mí y al mundo, a menudo cometo los mismos errores, vuelvo a ver la violencia que no hemos desterrado, vuelvo a encontrar la oscuridad de tanto que nos falta por aprender y cambiar.
Y un bendito día, Dios (la Vida/el Universo/la Providencia/la Fortuna) me regaló el don de la luz. Y me di cuenta que hasta en los momentos más oscuros, me acompaña, me inspira y me guía. Y que siempre está disponible y plena, para mí y para los demás. Y me sentí feliz, reconocido y agradecido.
Pues desde la bella paz de la Contemplación,
a través de la grandeza de la Humildad,
entre la alegría del Compartir,
con el coraje de la Responsabilidad,
en la inspiradora fuerza de la Luz,
y dentro del superpoder del agradecimiento…
sigo construyendo y amando.
Te invito a que sigas construyendo y amando conmigo.
Cerca o lejos, en hermosa resonancia con mi corazón, con el tuyo, y con todos los corazones de tantos seres humanos que, con nuestros errores y torpezas, con nuestros proyectos y grandezas, creemos y creamos un presente más solidario, igualitario y justo.
Cuando acabemos de soltar el último gramo de ego, nos daremos cuenta de que todos y todas somos uno, o una.
Feliz Navidad. Que el año 2018 sea maravilloso para ti, para los tuyos, y para la humanidad.
No pidamos regalo. Luchemos por serlo.
Gracias, amiga. Gracias, amigo.